Esp – Artes Decorativas

Las artes decorativas

Cuando la estructura en madera estaba lista y el amachimbrado en proceso, era la hora de incorporar la decoración de ésta. Una y otra vez durante más de medio siglo. Tapices, metales, pieles, grecas y otros finos elementos que embellecerían aún más cada una de las obras de Muebles de Marquetería S. A. de C. V.

Salvador era por supuesto la mente maestra detrás de cada valioso recurso complementario y de su perfecta fusión con cada esqueleto elaborado con las maderas más finas del orbe. Era él quien lo pensaba no sólo en torno a la belleza del mueble que respondiera a una estética atractiva, sino también de su funcionalidad como parte de un entorno interior o exterior: una habitación, un mezzanine, un corredor, una oficina. Una pared o un piso.

Era él un gran representante en México de una centenaria tradición, la de las artes decorativas, que había que refrendar con cada pieza que cruzara la puerta principal de Mar Mediterráneo 146 para dirigirse a un nuevo destino en inmuebles de las Lomas de Chapultepec, Polanco, Anzures, Del Valle, Centro, entre tantas otras demarcaciones más en México, Estados Unidos y Europa. Ahí la firma Pesquera llevó, a través de cada mueble, lo mejor de su repertorio.

Pero las artes decorativas tenían una larga historia respaldada por un profundo reconocimiento desde muchos siglos antes del tiempo de Salvador, lo cual hacía aún más interesante el trabajo de nuestro personaje, quien además se interesó, estudió y desarrolló en la que puede considerarse la meca de este arte, entre muchos otros: el Museo del Louvre.

Sabido es que en este recinto existe hoy la colección del departamento Objets d’art, cuyas más de 8,500 obras repartidas en más de cien salas la hacen “una de las más prestigiosas y bellas del mundo”, según expresa Jean-Luc Martinez, presidente director general del museo. Quizá Salvador tuvo ahí, frente a sus ojos y quizá también entre sus manos, algunos ejemplares de ese espectacular acervo que abarca desde la alta Edad Media hasta el siglo XIX; es decir, un recorrido de casi quince siglos que representa a la vez la historia del arte occidental.

Las artes decorativas desarrollaron estilos que hasta hoy son emulados, como el rococó del siglo XVIII, cuyo espíritu refinado, exótico y sensual se expresa plenamente en El columpio, la obra maestra de Fragonard aquí reproducida.

Pero ante la diversidad de las obras expuestas en esta colección en las que sobresalen las del siglo XVIII, Salvador tuvo también mucho que escudriñar para poder llevar los más elevados conceptos y teorías a sus miles de plantas o bocetos; y no sólo lo hizo durante sus años de estudio en los que incluso restauró algunos de ellos, sino a través de una práctica que perfeccionó y después enseñó durante décadas.

Agrega Jean-Luc Martinez, a propósito del trabajo en las artes decorativas: “Marfiles, esmaltes, cerámicas, tapices, ebanistería, marquetería… recuerda esta verdad, a veces demasiado olvidada, de que no hay buen artista que no sea ante todo un buen artesano, capaz de dominar una técnica a la perfección y sublimarla”. Salvador, por mucho, cumplía cabalmente tal designio, pues sus piezas eran un fiel testimonio de un saber hacer francés elogiado en muchas partes del mundo.

Quizá fue ahí donde germinó en Salvador la grandilocuencia de las artes decorativas y sus formas tan variadas, únicas en el mundo, las cuales ilustraban el gran genio creativo francés del que él fue, con toda seguridad, uno de sus últimos exponentes máximos, como aquellos que crearon los muebles y otros objetos en el esplendor de las artes.

En su taller, además, Salvador acumuló los más refinados materiales para dar curso a esta faceta que inevitablemente evocaba la vida en la Corte francesa durante el extenso periodo del auge monárquico, durante los tiempos del rey Luis XIV y más tarde de Luis XV y Luis XVI. Estos materiales, además, en muchas ocasiones llegaban a la sede en la colonia Popotla provenientes de Francia.

Es importante reconocer que las artes decorativas tenían también la misión de resultar atractivas, interesantes, a la vista de los usuarios, aunque también prácticas. No podían disociar un elemento de otro. Cerámica, joyería, vidriería… Todo debía ser, además de bello, funcional. Debían resplandecer más allá de sus propias formas; es decir, irradiar algún ambiente.

En Francia existen hasta hoy importantes registros de espectaculares tapices elaborados bajo los métodos más refinados de las artes decorativas practicados desde hace siglos. Muchos de estas piezas son exhibidas en museos como el Louvre o el Gobelins, en París.

Una de las artes decorativas era el arte textil, que tuvo una relevancia sobresaliente en la Europa medieval. Y es probable que Salvador haya emulado, con creatividad y talento, buena parte de los estilos trabajados en diferentes periodos de esta particular historia artística francesa, creando además sus propias herramientas, al igual que lo hacía al trabajar la madera. En su taller, aún permanecen registros vívidos de esta parte de su arte, desde las máquinas y rollos de hermosas telas, hasta los olores propios de las mismas. Una referencia más en Salvador es sin duda el ornamentado rococó que predominó en la Francia del siglo XVIII; sin embargo, no le gustaba.

Injustamente, las artes decorativas han llegado a ser calificadas de “artes auxiliares”, toda vez que “sirven para revestir y se subordinan a otras artes como la arquitectura”. Nada más erróneo, puesto que la complementariedad que tienen con otras artes las hace tan necesarias como relevantes. Y quizá tampoco deben tratarse como artes menores, en oposición a las bellas artes, llamadas mayores, dado que el trabajo artístico referenciado en cada pieza evidencia la complejidad que representa amalgamar creatividad, diseño, arte y momento histórico en una sola creación hecha además de forma artesanal.
Salvador lo entendía, trabajaba y enseñaba a la perfección y como tal lo reflejaba en sus filigranas, marquetería, mosaicos, brocados, barnices, bordados, grabados, cerámicas, craquelados y más. Por eso, cuando se habla de las muestras de ebanistería y artes decorativas que Salvador realizó a lo largo de tantas décadas, bien puede considerarse que aquellos que las contemplan se están asomando a un gran tesoro del cual emana, además, una gran cultura.

Acercarse una a una a cada obra de arte resulta fascinante; sin embargo, también una tarea difícil de abarcar en estas páginas, por lo que solo se tratarán de describir algunas de las más piezas representativas de Muebles de Marquetería, intentando destacar la magnificencia de nuestro gran artista.

La historia de las artes decorativas converge con la de grandes artistas franceses, quienes han creado, a lo largo de los siglos, espectaculares ejemplares que hasta el día de hoy pueden admirarse, como la Santa Capilla de estilo gótico ubicada al interior del Palacio de la Cité, en París.
Las piedras preciosas fueron un elemento decorativo primigenio en diversas épocas de la historia de las artes decorativas. Además, no eran ajenas a la cualidad forma-función, unos de los objetivos principales de los objetos creados (imagen izquierda y central). Elaborada con gemas, oro y vidrio, esta patena serpentina data del siglo I antes o después de Jesucristo. Es también prueba de la antigüedad y lustre de las artes decorativas aplicadas a las joyas personales (imagen derecha).
El estilo mille-fleurs (mil flores), que utilizaba cientos de plantas y flores de diminuto tamaño, fue muy popular a finales del siglo XV y principios del XVI en los tapices franceses y flamencos, siendo sus mejores ejemplos “La dama y el unicornio”.

Así, al mirar al techo de uno de los salones de la residencia enclavada en el otrora barrio de Popotla, una magnificente lámpara de cristal asombra a quien la observa. Con un estilo de época del valle de Loira, esta lámpara elaborada a base de cristal cortado y de molde, de ochenta centímetros de altura por setenta centímetros de diámetro, asemeja una deslumbrante araña de catorce brazos de metal que arrancan de la parte baja del vástago, para rematar en lámparas de cristal en forma de candil con velas simuladas con focos de flama.

Arriba de este conjunto tiene una cazoleta de cristal, de donde cuelgan series de ensartados, la cazoleta continúa hacia arriba para rematar con otra fila de roleos (espiral) alrededor, de donde cuelgan más ensartados como fuente. El remate de cada brazo, roleo y ensartado son manzanas, peras y uvas de colores, con algunas hojas decorativas. El remate inferior es una manzana de cinco centímetros de diámetro. La lámpara de la que se trataba correspondía al Salón 2 del espectacular Castillo de Loira, una pieza reconocida como el candil de la isla de Murano (contigua a Venecia), que había sido elaborada por vidrieros del lugar.

Pese a ello, la lámpara asombra desde cualquier perspectiva a quien la observe, como también lo hace el candil de cristal y bronce estilo Luis XV, también de época. Esta obra de dos metros de altura por dos metros de diámetro, hecha igualmente de cristal cortado y de molde, tiene diez brazos de bronce dorado, los cuales salen en forma de roleos de una estructura central de bronce. Estos sostienen las lámparas en forma de candil con velas simuladas y focos de flama y otros remates en forma de pináculos de cristal transparente sin luz.

Arriba de la estructura, todo el fuste de la lámpara es de cristal transparente que está sostenido por otra estructura de metal en forma de anillos alrededor del fuste, decorados por cuatro roleos con un pajarito al final de cada uno. La estructura de metal llega al techo, termina con hojas de acanto de metal de las que cuelgan pandelocas de cristal. Del candil de velas simuladas cuelgan estrellas y hojas transparentes. Tiene un remate final de cristal transparente en forma de granada de quince centímetros.

La asombrosa pieza fue adquirida por Salvador Pesquera a un hotel en Nueva York; sin embargo, no llegó completa al domicilio del taller en Mar Mediterráneo, pues más de la mitad de las piezas se las robaron en la frontera entre México y Estados Unidos. Con todo, Salvador, con el apoyo de su hijo Jean-Claude y algunos maestros más, le quitaron poco más de un metro y medio de alto, lo modificaron y electrificaron –porque era de velas– hasta hacerlo funcional, y claro, embellecerlo.

Interior de los apartamentos de Napoleon III, hoy en el Museo del Louvre en París, que expone un mobiliario barroco de lujo e imponente, el cual forma parte de una vasta colección de miles de objetos de arte.

Otro caso representativo de la espectacularidad del trabajo en artes decorativas de Salvador Pesquera es el reloj siglo XVIII con porcelana Vieux París, de estilo Luis XV. Esta es una porcelana dorada ornamentada creada en y alrededor de París por más de treinta fábricas diferentes desde mediados del siglo XVIII, hasta aproximadamente 1870. Sobre la obra, cada detalle, cada decorado, minuciosamente elaborado, cobra mayor relevancia cuando se contempla su tamaño: una altura de cuarenta centímetros, ancho de fondo de 66 centímetros, ancho de frente de 55 centímetros, y finalmente una profundidad de diecinueve centímetros.

A la vista, este reloj de sobremesa resplandece con su bronce dorado al oro fino, decorado con una escultura de dos ninfas del agua, vestidas con mantos y flores en el cabello, las cuales están sentadas vaciando el agua de sus cántaros, que cae a los lados de la carátula del reloj y se junta más abajo sobre las conchas.

Esta obra está decorada además con hojas de acanto, líneas de perlas, conchas y flores, tiene dos pinturas de porcelana a los lados del reloj, con dos cupidos a la orilla del agua recostados en sus cántaros. Finalmente, todo el conjunto descansa sobre una base de mármol amarillo y patas redondas de bronce dorado. Desde luego que la familia Pesquera logró echarlo a andar, pues contaba con su maquinaria y la llave que abría la puerta con la que contaba, lo cual refleja la mezcla inherente a las artes decorativas de gran envergadura: funcionalidad, arte y una inigualable belleza.

Posiblemente Salvador pensó en ello desde el momento en que vertió sobre sus plantas o bocetos lo mejor de su repertorio artístico para hacer de cada pieza un legado cultural avalado por el sello Pesquera, sinónimo igualmente de su consagración y universalidad.

El confort era un elemento imprescindible en las sillas y sillones creados por Salvador. Tal es el caso de este sofá de tres plazas de estilo regencia, elaborado con caoba tallada con tela de brocado floral amarillo crema.

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